Crónica.- El momento de pánico que le costó la vida a una profesora en Yumbo

Panorámica de Yumbo. (Foto tomada de internet.).

CON LA MUERTE, FRENTE A FRENTE

Por Edith Consuelo Medina Ch.
De Sutimac
Junio 6 de 2015. Transcurre la tarde, alegre y tranquila, en el centro de la ciudad. La gente se prepara para ver  los diferentes grupos de danzas que han llegado al municipio. Las danzas son cultura, provocan  alegría y un estado de jolgorio, nadie pensaría que la muerte anda rondando, fría, calculadora y sin  piedad alguna.

Voy de prisa, me acompaña mi amiga Ester Julia, tengo cita médica con el doctor Parra a las 4:00 p.m. Caminamos rápido, el tiempo apremia, hay mucho tráfico por la Carrera Tercera, debe ser porque van llegando los grupos de danzas de otras partes. En la tercera con Calle Quinta esquina, una mujer pasa la calle, pasa rápido, como rápido vamos nosotras. Una moto en diagonal a la mujer también cruza y se detiene. Justo cuando ella pasa, un hombre de tez negra desciende. Son segundos, quedamos en triangulo de 50 centímetros más o menos. El individuo desenfunda un arma, es plateada, parece de juguete. Le grita a la mujer: “El bolso”. Ella, asustada, abraza su cartera para protegerla de aquel hombre, sin saber que protegiendo su bolso, desprotegía su vida.

Un frío de muerte recorrió mi cuerpo. “Aquí fue, hasta aquí llegue”, me dije. Pude sentir el terror de aquella mujer, la frialdad de aquel asesino, casi su aliento. Un disparo en la cabeza de la mujer le arrebató la vida. Tambalea y cae sobre la vía. Los transeúntes y  mi amiga desaparecen. Quiero correr, pero no puedo, la mujer yace en el piso, de su cabeza brota mucha sangre, pero está viva, abre la boca. Empiezo a gritar: “¡Ayuda, está viva, por favor, ayuda!”. Un bus que trae a los danzantes  se detiene. Todos miran, nadie hace nada. Lentamente empieza a salir la gente de sus escondites, miran y dicen: “Ya  está muerta”, “qué dolor siento, mucho dolor… definitivamente  la vida no vale nada”.

El asesino escapa. Pero antes de que se vaya, alguien logra quitarle el bolso, es el mismo hombre que luego llega donde la víctima y desesperado la llama: “¡Mamá!”. Pienso que es el hijo, luego me doy cuenta que es el esposo y que ella era profesora.

Antes de que llegue la Policía, con mucha tranquilidad, despejo el área donde está la víctima y tomo tres fotografías, fotos que luego amanecieron en los diarios regionales con mi versión acerca de los hechos.

Estuvo muy cerca, la sentí, muchas cosas pasaron por mi mente, pero aquí estoy, haciéndole un homenaje a la vida, dando gracias a Dios por permitirme estar más tiempo en esta tierra y luchando por la vida, contra la violencia y por la paz.

(*) Líder social de Yumbo, Valle del Cauca.

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